INTRODUCCIÓN
La Constitución liberal
de 1853 dio paso a una dinámica de unificación de las provincias que pronto
redundó en la creación de Estados federales soberanos, empezando por Panamá[1]. Bajo el gobierno conservador de Ospina Rodríguez (1858),
el federalismo fue ratificado como ordenamiento constitucional por una
convención bipartidista. Al poco tiempo, en 1859, sectores liberales se levantaron
contra el gobierno de Ospina por considerar que algunas de sus disposiciones vulneraban la soberanía de los Estados, que reasumieron su soberanía y establecieron pactos de unión federal (1861), luego ratificados en la
Convención de Rionegro[2]. La Constitución de 1863, signada por el exclusionismo
liberal, instauró un régimen federal radical acompañado de los más amplios derechos y garantías individuales y la limitación de los poderes del gobierno
central para intervenir en los Estados. Esta forma de gobierno estaría vigente
hasta 1885, cuando otra guerra civil permitió la instauración de un régimen
centralista bajo la Constitución de 1886.
Pese a la
"hegemonía liberal" y a la conflictividad que caracterizó el período
comprendido entre 1853 y 1886, es sorprendente el acuerdo que existió entre los actores
protagónicos del proceso político sobre la pertinencia del federalismo, principio prácticamente incuestionable. Si bien el principal soporte del
federalismo fue el ala radical del Partido Liberal, cuando su hegemonía fue
cuestionada en 1875, una de las acusaciones de los nuñistas, sus principales
opositores, era que no respetaban la soberanía de los Estados, lo que quiere
decir que no tenían un desacuerdo fundamental con el federalismo[4]. Empero, todas las fracciones liberales habían manifestado
la necesidad de fortalecer el poder del gobierno federal para permitir que
interviniera en asuntos de orden público de los Estados. Si no lo hicieron,
fue por la dificultad de conciliar diversos intereses en pugna y los excesivos
requisitos para la enmienda de la Constitución de 1863. Por su parte, ciertas
fracciones del Partido Conservador aceptaron el federalismo cuando podían
controlar uno o más Estados soberanos como Antioquia, y más adelante Tolima y
Cundinamarca[5]. Sólo en 1878 el Partido Conservador se pronunció
explícitamente en contra del federalismo, pero los conservadores antioqueños
mantendrían una posición independiente y favorable hacia éste[6]. Incluso Núñez, pese a su insistencia en que las naciones
civilizadas iban de la dispersión a la unidad mientras Colombia hacía lo
contrario, no abanderó claramente el centralismo, sino luego de proclamar que
la Constitución de Rionegro había dejado de existir tras la guerra de 1885.
Sin embargo, más
sorprendente que el acuerdo en torno al federalismo es el cambio súbito hacia
el centralismo con la Constitución de 1886. El régimen centralista se impuso
inicialmente por una alianza entre liberales independientes —muchos de los
cuales habían abanderado el principio federal— y conservadores. ¿Qué fue lo
que los hizo cambiar de parecer tan súbitamente? Varios hechos permiten inferir
que el federalismo mantenía su fortaleza como principio organizador del
gobierno y que, en contraste con su adopción[8], no hubo consenso en el momento de abrazar el centralismo:
aún en 1886 se presentaban proyectos de Constitución de corte federal[9]; se discutía la denominación de las entidades territoriales
en el seno del Consejo de Delegatarios encargado de redactar la Constitución;
delegatarios caucanos como Reyes y Ulloa se oponían a que los Estados pasaran a
llamarse Departamentos; y más adelante, en 1898, las élites antioqueñas y
caucanas se oponían a los intentos del gobierno central de dividir los
departamentos. Estos hechos plantean que la discusión sobre el
federalismo iba más allá que un "federalismo de papel versus centralismo
de papel".
Explicar estas
paradojas, el acuerdo en torno al federalismo y el cambio súbito hacia el
centralismo no es posible si no se estudia la forma como los actores históricos
del período lo concibieron, le dieron significado y lo experimentaron. Más
allá de reducir el federalismo al resultado de las estrategias políticas de los
distintos actores o de verlo como una teoría política que se aplica al diseño
institucional en forma mecánica, es necesario comprender las concepciones,
representaciones, sentidos y significados que los actores dieron al federalismo
y la manera como éstos guiaron sus prácticas políticas, influyeron en los
conflictos del período y forjaron órdenes institucionales. Ésta es una tarea
que no se ha emprendido sistemáticamente en la historiografía colombiana. El
presente trabajo revisa la historiografía política del período y busca solución
a estos interrogantes. En primer lugar, describe el vacío historiográfico sobre
el problema; luego lo examina en la historiografía sobre la formación del
Estado colombiano; en tercer lugar explora las explicaciones más corrientes
sobre la adopción del federalismo; y finalmente realiza un balance y ofrece
algunas perspectivas.
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